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António Ramos Rosa - Antología poética



Antología poética
ISBN 958-97417-4-6
Colección Los Conjurados
comunpresencia@yahoo.com
Obra pictórica: Miguel Angarita


(Faro-Portugal, 1924). Autor de más de treinta libros de poemas entre los que resaltamos: O grito Claro (1958); Viagem através duma nebulosa (1960), Voz inicial (1960), Sobre o rostro da Terra (1961), Ocupação do espaço (1963); Terrear (1964), Estou vivo e escrevo sol (1966), Nous seus olhos de silêncio (1970), Animal olhar (1975), A nuvem sobre a página (1978), Declives (1980), Le domaine enchanté (1980), Mediadoras (1985), Clareiras (1986), Facilidade do ar (1990), Pólen-silêncio (1992), Clamores (1992), Méditations metapoétiques (1998), O princípio da água (2000), O aprendiz secreto (2001).
Premio de traducción de la Fundación Hautvilliers (1976), Premio del Centro Portugués y de la Asociación de Críticos Literarios y Premio Pen Club de Poesía (1980), Premio Pessoa (1988), Gran Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores (1989), Premio de la Bienal de Poesía de Liège (1991), Poeta Europeo de la Década atribuido por el Colegio de Europa (1991) y Premio Jean Malrieu (1992). En el año 2004 apareció Antología poética en la Colección Los Conjurados de Común Presencia Editores.


LA PALABRA VIVA
Muro en vez de boca, cal en vez de lengua. Boca en vez de muro, lengua en vez de cal. Un ímpetu, un color, una mancha, una señal escrita, un círculo de tierra, una cosa viva. ¡Tantos astros de arena, tantos rostros de piedra! Y el cielo extenso, redondo, completo, los bultos vivos, ligeros, matinales. Ritmo, crecimiento, inundación. Por todas partes el silencioso calor de un animal aéreo. El mundo se encendió con sus árboles transparentes. Todo es fácil, todo es fluido. Suavemente vacío, en la desnudez intacta, el cuerpo escribe con la espuma del aire.
(De Clareiras, 1986)


PALABRAS TERRESTRES
Ante la inmensa y silenciosa insistencia de un cielo inmaculado, los labios se liberan, se dilatan, se disipan y convergen, flexibles, en una boca de sombra y olvido. Palabras o no palabras, nombres silenciosos, ascienden de un fondo ilimitado y oscuro. Un cuerpo en formación se expande, etéreo. En la velocidad lenta que se explaya, corola gigante, la felicidad grita. Inquietud o paciencia, la vigilancia infinita del poema. Se escribe ahora sorpresa, sabor, sílex, espacio, palabras tal vez, palabras terrestres, pero nada más que follaje, blancura y viento.

A LA ESPERA DEL VIENTO
Espero. Aguardo el viento. Me coloco en el espacio abierto entre la arena y la sal. Mi deseo es polen, delirio de la piedra, laberinto de hojas. Es tal vez la energía de la ceniza que me mueve. Escribo con tres vocales de agua pura y cuatro palabras de sol blanco. Una huella dibujada en la arcilla, una minúscula araña, una pequeña llama en el suelo, el temblor del aire. Todo indica que las palabras, entre el sueño y el sol, se consumarán con la verde energía del deseo liberado.


LA VOZ DEL PAPEL
Aquí: pero no hay un aquí para el ser perdido. Desgarramiento del que perdió su pulso y mal respira, sin ritmo, sin horizonte. ¿Quién habla en voz baja, voz de tierra, idéntica, susurrante? Ningún árbol próximo, ninguna palabra habitable, ninguna pulsación terrestre. Espacio, espacio, quizá el espacio de una palabra perdida. Extrema tenuidad en las frases dispersas, nubladas, nulas. Nada se concentra en claro o sombra, nada latiga el centro de la ausencia. Nula y desnuda es la voz blanca del papel que no figura, que no abre, que sin intersticios repercute una única materia inerte.

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© António Ramos Rosa