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Felipe Martínez Pinzón - Sólo queda gritar



Sólo queda gritar
ISBN 958-97620-6-9
Colección Los Conjurados
comunpresencia@yahoo.com

Obra pictórica: Darío Ortiz

Nació en Bogotá, Colombia, en 1980. Es literato y abogado de la Universidad de los Andes. Actualmente es profesor investigador del departamento de Literatura de esa Universidad. Su poema «Las mil victorias del árbol» le mereció la beca del British Council en 1998, para viajar a Bournemouth, Inglaterra, a hacer estudios de lengua y literatura inglesas.
Ganador de los premios de poesía de la Universidad de los Andes en los años 1999 y 2000. Sus poemas han aparecido en las revistas Vuelta de Tuerca, De Segunda Mano y en la antología El amplio jardín: poesía joven de Colombia y Uruguay (2005).
Ha publicado La mejor bomba es el libro (Colección de Monografías Meritorias del Departamento de Literatura, Uniandes, 2005), ensayo crítico sobre la novela El maestro y Margarita del escritor Mijaíl Bulgákov; además de varios artículos académicos sobre literatura latinoamericana. En el año 2006 publicó Sólo queda gritar en la Colección Los Conjurados de Común Presencia Editores.


LAS palabras del equilibrista
Mi poesía es una cuerda templada.
Ahí me paro, cómodo e impresionado,
a mirar el mundo a punto de caer.
¿El mundo? ¿Yo?
Sudando en esta palabrería de equilibrista,
mis versos templan los miedos al vacío,
suavizan el aire, impidiéndome caer.

Detrás de esta página
Me gustaría poder escribir lo que callo
(que es poco, no hay quien mejor lo sufra),
lo silencioso, lo que trago en babas de olvido.
Cuando escribo esta palabra, callo las otras
sin saberlo.
Me gustaría leer el revés de este papel
mientras escribo, por un lado,
con un espejo o con un carbón.
Así me descubriría en lo que más quiero
y no puedo encontrar, que me obliga
a terminar esto con la bala de mi punto,
redondo como un ojo para ver
lejos de las tareas olvidables
cómo se apoya en el espacio
todo lo que no ha de hacerse sonido nunca:
¿qué hay?

cuando Vuelvo a escribir
Mientras yo dormía mascando una mortaja,
murmurándola como un Lázaro
que aprende un nuevo idioma,
un murciélago salió de mi boca
rompiendo las telarañas, tocando
sus débiles cuerdas que se engrosaban
en el espacio, esparciendo el polvo,
desordenando el silencio,
desplumándolo y haciéndolo silbar
en pequeñas caracuchas mojadas
que la luz abría y cerraba como ojos.

Derechos reservados
© Felipe Martínez Pinzón