ISBN 958-97417-7-0
Colección Los Conjurados
Común Presencia Editores
Obra pictórica: Fernando Maldonado
Común Presencia Editores
Obra pictórica: Fernando Maldonado
Nació en Bogotá, Colombia, en 1963. Ha publicado dos ediciones del poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro, 1988 - Hojas Sueltas, 1990); la novela Ritual de títeres (Tiempos Modernos, 1992); El Tempestario y otros relatos (Común Presencia Editores, 1998); La palabra liberada (Colección Los Conjurados, 2001), la antología Liberación del origen (Universidad Nacional de Colombia, 2003) y Oscuro Nacimiento (2005, Mención concurso nacional José Manuel Arango). En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia, de la cual es su director.
Es creador y coordinador de la colección de literatura Los Conjurados. Obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Maurice Blanchot (2007), con su trabajo "La Pregunta del Origen".
Su obra ha sido comentada por importantes poetas y pensadores de nuestro tiempo como: E.M. Cioran, Roberto Juarroz, José Ángel Valente, Fernand Verhesen, António Ramos Rosa, Alfredo Silva Estrada, Claude Fell, Roger Munier, Eugenio Montejo, Jorge Rodríguez Padrón, Olga Orozco...
Prepara un libro de reportajes a grandes escritores y artistas contemporáneos.
E-mail de Gonzalo Márquez Cristo: comunpresencia@yahoo.com
DESCENSO A LA LUZ
La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia.
Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no alimenta con sus ojos a las águilas.
Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar.
Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al rito.
Ya no busco, pierdo...
Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro.
No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la muerte.
Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa su ruda caída en el día.
Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento.
Cada origen decretará la abolición del yo.
Es entonces cuando la respiración será verde.
Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema.
Tú lo sabes, cuerpo estremecido:
No es en el tiempo donde he puesto mis palabras.
RESTITUCIONES
Pretendo que todo lo perdido se convierta en poema.
Las heridas como los huracanes tienen nombre. Y aunque ignoro por qué a mi alrededor nacen los abismos, desde el origen fui mancillado por la felicidad, por su cima inclemente.
Las invasoras restas del recuerdo. La pugna de la raíz. La antigüedad del silencio...
No pongo flores en el cementerio del sueño, pero continúo a pesar de todas las arenas movedizas del espíritu.
La culpa que no te deja partir es el amor.
Y ahora la niebla, la lluvia, la ausencia...
El desequilibrio llamado belleza, la terrible orfandad de lo sagrado, la rosa ígnea que me guía en la desesperación...
Sé que el camino terminará por encontrarme.
Como todo lo que se hace visible para morir.
OSCURO NACIMIENTO
Fuera de ti, amo sólo lo que es de todos...
Destruyo mi alianza con el sol. Mi fin acabará por encontrarme. Convertida en fragmentos me guías al nuevo sabor, saber del agua. ¿Cuántos sueños no hemos usado?
Giras, te perfeccionas: te tornas vegetal. Tus dedos caen como hojas... Una palabra agoniza. Enceguezco.
Ninguna de mis preguntas tiene respuesta, dices con voz de ámbar. Ni soledad, ni nacimiento...
Los ojos se rebelan. Surge entre nosotros un dios efímero que debemos devorar. Atemorizados entregamos los nombres. Aprendemos las primeras sílabas. No es posible descreer del miedo con sus fundaciones, sus túneles sagrados, sus sombrías génesis, sus evasivas ardientes... Aunque a veces nos distancie el amor.
Nadie arde dos veces en el mismo fuego.
Mujer, trae la tierra, abrígate con tu sombra. Renuévate en las tinieblas, escapa en tu respiración... No sustituyas la muerte por la escritura de la verticalidad...
Escucha venir el tiempo.
(A Pilar, dibujo en el agua)
GÉNESIS
Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregamos al vacío.
Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del agua. El silencio jamás volverá a separarnos.
Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego.
Emprendemos el numinoso sobresalto. Vivimos la voracidad de los hallazgos y el juego espectral del deseo.
El único fruto del árbol al que no podemos renunciar es a su sombra. Sufrimos la persecución de la primavera –y fue allí donde la palabra se hizo verde.
Lo que más dura es el instante, lo que más oculta es la luz.
Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer.
Derechos reservados
© Gonzalo Márquez Cristo