María Clara González - Eternidad visible



Eternidad visible
ISBN 978-958-8418-00-1
Colección Los Conjurados
Obra pictórica: Luis Cabrera

Nació en Bogotá, Colombia. Adelantó estudios de Literatura en la Pontificia Universidad Javeriana. Ha sido traducida al inglés y al francés. Es autora de: Eternidad visible (Común Presencia Editores, 2008); El Lento Trabajo del Olvido/ The gentle Labour of Oblivion (Primera edición Apidama Editores Bogotá 2002. Segunda: Ediciones Cuarto Propio Bogotá 2003); Pasajeros del Viento/ Passangers of the Wind, Trilce Editores Bogotá, 1996; Corte en el Tiempo/ Break on Time, Centro Educativo Cultural Inc. Bogotá, 1993; Pulso Interno. Contracartel Editores, 1990. Obtuvo la Mención de honor, Categoría de Poetas Reconocidos. Concurso de Poesía Oxford Center & Unión Nacional de Escritores, Bogotá 1997. Su obra ha sido incluida en numerosas antologías. María Clara González fue invitada a la cátedra de Literatura por el Macalester College en St. Paul Minesotta, 2003, para presentar su obra poética.


NO APLAZARÁ MÁS EL ALBOROZO
ahora que la inaugura la certeza,
emprende al fin el anhelado vuelo
mientras el mar aparta los hilos del apego.
Ya no hay nostalgias
no hay miedo
ya no hay culpas;
la soledad central
al sumergirse en aire,
deja atrás
las cóncavas regiones del recuerdo.
Abandona su cuerpo a las corrientes
junto a la prisa por los atardeceres.
¡Sólo espacio interior ilimitado!
Tras el manto del aire
—alto en el cielo—
se esconden las palabras.
En la otra orilla
el agua será mar transparente
el viento será quieto
y más fácil, volar hacia la altura
Ella es garza-luz
Abandonó su árbol para habitar la brisa
está presta a volar por los amaneceres.
en una playa nueva construirá su nido
y se dispone ahora a cantos y a palmeras.
Alguna vez
atravesó el desierto
sola
sedienta
anhelando un oasis
sin darse cuenta entonces
que era el desierto
lo que poseía.
Atrás, entre las sombras de las hojas,
la silueta que vuela a la intemperie
hacia el techo del mundo.
Un paisaje distante,
la sal y un aire nuevo
la invitan otra vez.
El violeta del arco iris
será su morada
—o su primera escala—
A la sombra del soplo, cuando calle,
¡Ha de volver a izarse el día!